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La muchacha del ajenjo es una novela de ficción que visibiliza, profundiza y reflexiona acerca de uno de los problemas más duros a los que los seres humanos han hecho frente a lo largo de toda su existencia: la emigración. Esta novela, contextualizada dentro del marco social y económico actual, nos muestra la cara de una realidad que, como refleja el texto, sigue ocurriendo en nuestros días. La emigración, sus causas y, sobre todo, las consecuencias en las personas que la sufren serán la razón de ser de este libro.
En el contexto de crisis económica actual, una familia canaria se ve obligada a emigrar a París junto con sus dos hijos adolescentes, Julia y Carlos. Allí tendrán que afrontar una nueva vida, en un país extraño, con un idioma y costumbres diferentes que, además, pasa por una situación de conflicto social provocado, precisamente, por la llegada de miles de inmigrantes. Cada uno de los personajes afrontará de diferente manera su situación en el nuevo país y le hará transitar por caminos opuestos; a veces hacia una adaptación progresiva y exitosa y, otras, hacia un abismo sin salida.
Sin duda, uno de los contenidos más importantes de esta novela es el tema de la emigración en tanto que nos lleva a descubrir y profundizar en las emociones que hay detrás de un hecho dramático como es el exilio obligado y motivado por las circunstancias económicas. Los personajes de la novela nos hablarán de la nostalgia que sienten por su isla, del desamparo y aislamiento que sufren en un lugar que les es ajeno, del miedo que sienten ante la discriminación, el racismo y la xenofobia, de la incertidumbre ante lo desconocido, del esfuerzo para adaptarse, aprender y comunicarse en un idioma nuevo, del dolor y la tristeza ante la segregación en guetos de los inmigrantes. Un abanico de emociones comunes a todas las personas que han pasado por esta situación y que ayudarán al lector o lectora a pensar y debatir sobre él. La muchacha del ajenjo cuenta una historia tan real y cercana que, quien lo lea, podrá ver reflejada su propia historia o la de alguien cercano y querrá sumergirse en su lectura con el deseo de encontrarse a sí mismo y reflexionar sobre todo lo que le rodea.
La muchacha del ajenjo también pone de relieve un contenido sumamente importante que hace atractiva su lectura, especialmente, a los jóvenes que la lean ya que describe cómo son, qué hacen, qué piensan, cómo hablan y cómo se enfrentan los adolescentes a esa etapa de sus vidas, además, con el añadido de vivirla en el periodo de adaptación a un país ajeno. De esta manera, Julia y Carlos, representan a cualquier joven de nuestro entorno. Igual que Julia y Carlos, los jóvenes se encuentran ante una doble encrucijada: seguir por un camino de superación personal y éxito, o, al contrario, optar por un camino oscuro que los lleva por situaciones no recomendables y que los sumergen en el fracaso. Así ocurrirá a los protagonistas de esta novela; Julia, a través del amor, la amistad y su especial relación con el cuadro “El ajenjo” (L’Absente) de Edgar Degas conseguirá superarse, crecer y finalmente adaptarse a su nueva vida en París. Por el contrario, su hermano Carlos, con una personalidad ya conflictiva de por sí, buscará refugio a su desamparo en el mundo de las drogas y la delincuencia. Ambos caminos reflejan la realidad de nuestra sociedad y, textos como éste, son absolutamente necesarios para abrir la puerta a la reflexión de los más jóvenes.
Unido al tema de la emigración y la adolescencia, no podemos dejar de reseñar en esta novela el tema de la multiculturalidad. El París de La muchacha del ajenjo recibe a todos los inmigrantes que llegan buscando una mejor vida y un futuro más esperanzador. Una ciudad que se convierte en espejo de cualquier ciudad del mundo actual que intenta ser refugio para quienes se han visto obligados a emigrar. Sin duda, en una sociedad multicultural como la nuestra, un texto como éste nos ayudará a seguir normalizando y aceptando la diversidad.
Son varios los recursos que utiliza la autora para dibujar los perfiles de los personajes y la propia historia de la novela, de manera que, quien lea este texto, podrá empatizar con él y lo sentirá cercano: el uso del lenguaje coloquial por parte de los adolescentes que, en el caso de Carlos, se convertirá en jerga mientras que, en el caso de Julia, denotará un grado de educación superior al de su hermano poniendo de manifiesto la importancia que tiene para todos formarse y aprender otros idiomas. La presencia de historias o recuerdos pasados dentro del curso argumental de la historia principal que añadirán información al lector o lectora para conocer mejor las emociones de los personajes, sus experiencias pasadas y empatizar con ellos. El uso de numerosos topónimos de la ciudad de París (Sena, Torre Eiffel, Montmartre, Notre-Dame, Sacre Coeur, Museo de Orsay, Campos Elíseos, Arco del Triunfo, Louvre, etc) que nos acercarán al París de la novela y al París real.
En medio de una sociedad culturalmente cada vez más diversa, La muchacha del ajenjo se convierte en una lectura de recomendación necesaria porque ofrece al lector o lectora la posibilidad de reconocer y aceptar las diferencias entre los seres humanos y nos guía en el camino para construir una sociedad más tolerante y pacífica.
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